En “no decir nada” hay una aritmética de doble negación. Una trampa del lenguaje donde lo que no se dice termina, irónicamente, por decirlo todo.

Y yo, mientras tanto, acababa de recibir el silencio de una cachetada invertida. Un sopapo limpio, cruzado de izquierda a derecha.

Pude sentir sus anillos dejar un rastro vivo sobre mi pómulo, mientras mi cerveza se desplomaba sobre la alfombra persa (y huachafa) que yacía como un cadáver elegante en medio de la sala.

No era la primera vez que me cacheteaban en un quino.

Tampoco fue la última.

Pero sí, la inolvidable.

¡Qué silencio el que se oye desde aquí abajo!

Con su tempo perfecto, su métrica cruel, y su belleza intacta.

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